Nació en Voltear, en Tuscia. Fue elegido unánimemente por el clero y el pueblo. Con él, el papado adquirió esa característica que lo distingue como autoridad incuestionable en materia disciplinaria y doctrinal.

Por esto, en general se le considera el primer papa. No sólo superó a todos sus antecesores, sino que fue ejemplo para los siglos venideros: “la figura ideal del pontífice romano”. Con valor y tesón enfrentó los dos problemas principales de su tiempo: Las herejías, – como el eutiquianismo-; y a los bárbaros. Su historia de vida permite concluir que fue un Santo ejemplo, líder y gestor de sus grandes propósitos; comprometido con responsabilidad social; convencido de sus virtudes y sus principios fundamentados en el valor del espíritu y del conocimiento de la causa.

Además, promotor de valores que desarrollaron su carácter, su personalidad y su acción social  en: – el altruismo, como hombre de conocimiento, con principios encarnados y vivenciados al servicio y  protección de la comunidad; – el humanismo, dado en la educación de los colectivos, el desarrollo de los conocimientos y el uso de las capacidades para ser protagonista de su proyecto de vida; como sujeto integral, conocedor de sus derechos y deberes dentro del papel que le asignó la sociedad  regulada por el marco normativo; – el ser protagonista, en su capacidad de lucha y de convocatoria, al hacerse rodear de soldados que se identificaron con sus ideales en la defensa de los principios colectivos regulados por la razón como fundamento; – el optimismo, bajo el con-vencimiento que es en el pensar, en el  actuar y en el saber hacer  como se conquistan las posibilidades; – el ser progresista, consciente de no ahorrar esfuerzo alguno para engrandecer el talento humano, le admite ser considerado como uno de los educadores que hizo de los valores del emprendimiento, del interés, de la concertación, de la mediación y de la perseverancia espacios para el desarrollo de ideales en beneficio del enriquecimiento e  inversión del progreso de los pueblos; – pacifista,  en su convicción de que la estabilidad de la sociedad se promueve a partir de la dignificación del hombre, la cual es proporcionada por la concertación de ideales, la mediación de diferencias y la  promoción del buen trato; – mente abierta, vivenciando la capacidad para enfrentar la realidad en consonancia con el humanismo que fundamentaba su razón, y que le permitía además promover y engrandecer sus principios en la autoridad incondicional asumida; demostrando su poder para expresarse y convencer y reconstruir,- como lo hizo en el concilio ecuménico, ante Atila (el rey de los Hunos) y al levantar Roma después del arrasamiento realizado por los vándalos de Genserico.